SIN APENAS DARNOS CUENTA
vamos el destino nos va arrebatando
cosas importantes
de la vida. Amigos
que desaparecen, de un día
para otro y, de repente,
nos sentimos huérfanos
de su cariño.
Nos sentimos culpables
por desconocer que estaban
enfermos o, simplemente,
que estaban pendientes
de coger su último tren.
Tal vez, quisieron despedirse
y no se atrevieron a decirnos
que nos querían ver.
Necesitaban saber de nosotros,
volver a compartir viejas emociones,
viendo, con lágrimas en los ojos,
las amarillentas fotografías
de otros tiempos.