DETRÁS DE LAS PALABRAS

hay gritos resentidos

que tratan de escapar

de absurdos rencores.

Desean huir de crueles

mentiras e imponer

la verdad suprema

a lo largo de una senda

difusa. La niebla se hace

cada vez más densa.

Los viejos poemas del ayer,

llenos de concordia

y esperanza,

desaparecen en el fuego

dolorosa de la incomprensión.

Ellas sufren el terrible dolor

de las ausencias, los desengaños

hipócritas, las guerras absurdas

que siegan millones de vidas

inocentes.

No soportan la soledad de tantas noches,

encadenadas a mentiras

insolentes. Cientos de sombras

petulantes se pasean, ufanas,

por el valle de los sueños.

Se niegan a perderse, para siempre,

en la soledad inaguantable

de un recuerdo fugaz.

Sus voces están secas.

Los gritos, aburridos, se autoflagelan

con silencios insoportables,

llenos de ecos borrachos.

Tan sólo resisten un par de versos.

Al final, se hunden en la blancura

penitente del abismo

de los sueños dormidos.