LAS MANOS DESNUDAS,
libres de guantes de latet,
que cortan todo
flujo de sangre, se aferran
a la vida.
Esperan el momento,
el instante preciso
para imponer su ley.
Necesitan el aliento,
el apoyo de otras manos
valientes como ellas,
para destruir al virus
asesino.
Aunque no puedan estrecharlas
por temor al contagio,
tienen pavor de estar infestadas.
Quién sabe? A lo mejor
el destino les ha entregado
la muerte.
No quieren escribir un epitafio
en un corazón inocente,
cercano,
amado.
Necesitan el apoyo, la fuerza
moral de tantas manos,
miles, millones de ellas,
para combatir al coronavirus
con valentía y coraje.
Hay que encontrar la vacuna
para terminar con tantas muertes.
Es necesario, urgente,
acabar con el tremendo dolor!
Tenemos que limpiarnos la porquería,
desterrar el sufrimiento
y, sin miedos ni prejuicios,
volver a abrazar a otros hermanos,
caminando siempre juntos
hacia un nuevo amanecer.
El horizonte nos aguarda.
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