Su
realidad se distorsiona
por
momentos,
apenas
comprende
lo
que ocurre a su alrededor.
El hogar es su universo
sagrado,
la calle un camino
tortuoso
y oscuro.
Sus
pasos se pierden
por
sendas rencorosas
que
le arrastra al abismo
de
la desesperación.
Ha
perdido el contacto con la gente,
ya
no entiende las palabras.
No
le interesa las opiniones ajenas.
Únicamente
es feliz
con
sus recuerdos que, muchas veces,
navegan
por un extraño olvido.
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