JUGUÉ CON LA SOLEDAD
por un destino incierto
lleno de confusiones,
mentiras, errores
cometidos por la sombra
rencorosa de mi alma
atormentada.
Gritos acusadores que desconocía
me perseguían por los recovecos
de un tiempo caótico.
No pude escapar de tanto odio absurdo.
La soledad ganó la partida,
sus cartas estaban marcadas
con fechas equivocadas.
Las mías sólo mostraban las emociones
de unos sueños incomprensibles
que desaparecían en la niebla.
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