MANOS AUSENTES,
distantes, frías.
Manos que huyen
por caminos grises,
indiferentes,
marcando distancias
dolorosas con el amor
verdadero.
Se niegan a entregar
cariño, no quieren dar
el calor de la ternura,
acariciar les supone
una grave ofensa.
Son manifestaciones
absurdas, inocentes,
cosas de niños,
tonterías de enamorados
de otros tiempos.
Ahora esas manos
temblorosas alzan tristes
banderas teñidas de odio,
de rencores trasnochados
que dividen a los hombres
en buenos y malos,
ideologías que se mezclan
en colores difusos
diluidos en palabras tramposas
y egoístas.
Esas manos temblorosas,
perdidas por caminos solitarios,
sueñan con atardeceres melancólicos
en que radiantes esperanzas
eran las únicas banderas
que ondeaban en su alma.
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